Reseña Cine | Detachment (Indiferencia)

Detachment es una película que ya se ha presentado en varios festivales alrededor del mundo. Hace un mes comenzó a proyectarse en diversos espacios en México. Entérate de todo lo que pudimos ver en esta increíble película protagonizada por Adrien Brody

Ficha técnica


Título: Indiferencia
Título Original: Detachment
Género: Drama
Director: Tony Kaye.
País: EUA
Año: 2011.
Guión: Carl Lund.
Fotografía Tony Kaye.
Música: The Newton Brothers.
Edición: Michelle Botticelli y Barry Alexander Brown.
Elenco-Cast: Adrien Brody (Henry Barthes), James Caan (señor Seaboldt), Betty Kaye (Meredith), Sami Gayle (Erica), Christina Hendricks (señorita Madison), Marcia Gay Harden (directora Carol Dearden), Blythe Danner (señora Perkins)
Productores: Austin Park, Greg Shapiro, Carl Lund, Bingo Gubbelmann y Adrien Brody.
Duración: 97 min.
Distribuidora: Caníbal.
Clasificación: C.

Sinopsis

La vida de varios maestros y alumnos de secundaria es observada durante semanas a través de la mirada de un misterioso maestro sustituto, quien abandona su puesto justo antes de entablar cualquier tipo de lazo afectivo con alguien. Aunque pareciera el empleo perfecto para alguien que pretende pasar desapercibido, su situación sufre un gran trastorno al permitir que tres mujeres, muy diferentes entre sí, entren en su vida. La búsqueda de la felicidad en un mundo despiadado y una delirante visión del decadente sistema educativo estadounidense son las fuerzas que mueven este largometraje considerado como uno de los más depurados ejemplos del buen cine independiente norteamericano.

Reseña

Hay algo maravilloso inherente al cine que a veces es sumamente complejo de explicar. En muchas ocasiones uno deambula por los complejos donde proyectan cine, devorando los estrenos de verano, esos cargados de explosiones, acción, tramas fáciles, personajes irreales, universos inventados. Esas películas que sirven para sacarnos del sopor de la vida diaria, de nuestros trabajos, nuestras tareas, hasta de nuestros propios pensamientos. Y hay, por otro lado, cintas que pretenden todo lo contrario. Nos enseñan partes de esa realidad que a veces no queremos mirar, situaciones que a veces parecen tan cotidianas que las perdemos de vista.

Detachment (Indiferente) es una de estas cintas. Detachment es en realidad muchas cosas, pero sin duda alguna es, ante todo, un abrevadero de reflexiones. Se fía totalmente de una trama que permite entrever una verdadera visión humana del mundo, y, aunque pesimista en cierto sentido, una que nos remite a pensar sobre nuestra vida escolar, nuestra vida adulta, nuestros miedos, nuestros vicios y más que otra cosa, sobre las etapas en que nos desarrollamos. Sobre esa difícil etapa de adolescencia, sobre las consecuencias de enfrentar un mundo adulto que nos condiciona y que nos empuja al extremo a ser parte de él.

Adrien Brody encarna aquí, a través de una serie de situaciones y con un monólogo intermitente que pareciera un confesionario, a un maestro substituto que nos muestra su vida y a quienes lo rodean. Nos transporta a la piel de un profesor de educación media superior (secundaria y/o preparatoria/bachilleres, para muchos países) que comienza a desdibujar las diferentes problemáticas que brincan unas en otras a lo largo de la película. A través de animaciones y vastos close-ups se trata de retratar la fragilidad de cada uno de los personajes, se nos invita a hacer una auténtica reflexión sobre el papel que representan los profesores, los padres, los educadores, tutores, o como se quiera llamarles a estos seres humanos, en la sociedad en que vivimos.

Se logra mezclar una serie de temáticas que evidentemente están concatenadas y que no pueden ser separadas porque sencillamente así funciona la vida. Todas aquellas cosas que vemos en esta película de Tony Kaye no pretenden un impacto inmediato, ni tampoco aluden a la decadencia por diversión. Comienzan a instalarse conforme pasan los minutos. Esperan que esas mismas conexiones dentro del filme, hagan un eco dentro del espectador. Es ahí donde encuentra un mérito increíble, una real comunicación con el público.

Un viaje que seguramente todos vivirán de diferente manera. Algunos recordarán esa época en donde ilusamente, el adolescente parece querer comerse al mundo, cuando en realidad el mundo lo está devorando a él. Algunos más recordarán a ese profesor que marcó un antes y un después en su educación. Otros podrán mirar aquello a lo que están expuestos los estudiantes y aunque tratándose de un sistema de educación de otro país, encontrará las similitudes necesarias para entender que en muchas ocasiones, la complejidad de la vida del ser humano, no obedece fronteras ni se ve limitada por gobiernos, territorios o sistemas de educación distintos.

No hace falta intentar describir la actuación de Adrien Brody, porque habla por sí misma durante los 97 minutos que dura el largometraje. Y reafirma la idea de que este tipo de cintas, en donde el drama impera y la realidad sobrepasa a todo tipo de ficción imaginada, es el terreno en donde se le ve mejor, en donde se notan más sus habilidades histriónicas.

Ese medio en el que lo vemos natural, humano. Su gesticulación, su intriga, el miedo, son sentimientos perfectamente interpretados por este actor y no hay duda que el peso argumental recae completamente en él. Se convierte en una película donde miramos a través sus ojos, donde encaramos la realidad partiendo de su visión personal.

Y es que es tan importante su actuación, que llega incluso a subsanar algunos detalles problemáticos del guión, que a veces recae en esta diatriba constante de pesadumbre y pesimismo. Guión que remata la película con un momento débil, contado a medias, que no termina de embonar y de un corte melodramático tremendo, pero que perfectamente da pie a esa resolución de esperanza que se vislumbra a lo largo de toda la cinta en pequeños parpadeos, nunca dejando de lado este tratamiento duro de la realidad, con ese sentido crudo hacia la vida.

En contraste con la actuación de Brody, encontramos personajes secundarios que no se desarrollan del todo, que terminan siendo conductores de historias cortas en las que hay una constante evidente, la de una vida difícil como profesores, adultos y en general como seres humanos. No hay gran empatía con estos personajes y semejan más, una suerte de ramificaciones para ejemplificar la realidad del personaje principal.

Por otro lado, encontramos una carga frecuente de estereotipos, que parece obedecer a dos razones. La primera por supuesto es la más simple: existen, los hay en todas partes y no retratarlos sería romper con lo que propone la película. La segunda parece ser estirar esa crítica sobre la presión que genera en las personas tener identidad, el ser alguien definido, el darle sentido a nuestra vida aunque sea a través de moldes preconcebidos.

Quizá es esta misma razón la que mantiene a raya a los demás personajes de la película, pues al acartonarse en estos estereotipos pierden profundidad, siendo Henry Barthes (Adrien Brody) el único que puede desplegar una personalidad por completo. Aunque las inconsistencias del guión, también lo afectan, pues sin duda minan aquello que podemos saber sobre su historia. Y que sin embargo provocan en el espectador la sensación de querer desentrañar esos secretos crípticos del personaje.

Adrien Brody también se convierte en un motor constante para abrazar la esperanza dentro del sentimiento imperante de desesperación de la película. Es ese profesor que parece querer cambiar las cosas, que lucha contra aquellas situaciones adversas. Aquel docente que más de alguno habrá encontrado por su camino y que también encontrará resonancia en la vida de casi todas las personas que vean este filme. Se proclama sin quererlo realmente, en el salvador, el escucha, el pilar. En fin, cada quien sabrá cómo llamarle a ello.

Pero no deja de mandar un mensaje desolador, una llamada de alerta evidente para quien mira. No deja de ser un constante martilleo a la cabeza de las personas poniendo luces amarillas que dicen claramente “miren lo que sucede” “esto es real” “pasa todos los días” “esto no es ficción” y aunque haya que recalcar, que aún siendo real, es muy evidente que recarga su peso en una visión exacerbada de una realidad pesimista cuasi nihilista.

Todo ello siempre de la mano de encuadres cerrados, espacios reducidos que perfectamente parecen simular (y reflejar) prisiones personales. Constantes tomas a los corredores del salón, ahí donde diario entran estudiantes, maestros, personas que laboran administrativamente que consiguen darnos el ambiente adecuado para mirar los problemas de las personas involucradas en el sistema de educación. En el apartado cinematográfico, también, podemos ver recursos tales como animaciones, que en muchos casos, aunque retratan bien ciertas situaciones, parecen romper un poco el fluir de la trama.

Mención aparte es la constante música que apreciamos durante las escenas de la película, que le calzan perfecto a los momentos dramáticos. Pianos en su mayoría, conjuntos de cuerdas y algunas canciones en guitarra nos colocan en el ánimo adecuado y se aseguran de que la musicalización no estorbe a las actuaciones, siendo casi siempre, un perfecto catalizador para el drama y el sentimiento buscado por el director.

Una película dura, cruda pero que debería de ser vista por todos. Quizá la gente que no está acostumbrada a este tipo de cine la encuentre desesperanzadora, cruel, visceral (en el sentido más humano posible) y hasta pueda sentirse incómoda (nadie dijo que enfrentar la verdad sería agradable) pero una inmensa mayoría tendrá un grado de identificación y de humanización hacia los temas sugeridos por el autor, que no podrá más que llegar a pensar, que Detachment es una apuesta hacia la crítica, la reflexión, el autoconocimiento y la atención a la realidad, que no se puede dejar pasar.

Aún pueden encontrarla en algunas salas de nuestro país, incluyendo la cineteca nacional (llego a México hasta el mes de junio) y si no pueden verla en algún cine, quizá puedan conseguirla en otros lugares y verla por ustedes mismos. Ha estado deambulando por aquí y por allá en diversos festivales desde hace un año. Es altamente recomendable para aquellos que buscan un cine distinto, uno pensado, bien articulado y dicho sea de paso, para quienes estén un poco cansados de las cintas regulares y cotidianas del cine más comercial.

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Que tengan buen inicio de semana y recuerden, el cine es vida.

Saludos.

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